El caso se refería al lanzamiento del Chevrolet Nova en España y otros mercados de habla hispana. Se trataba de un coche compacto producido por General Motors bajo la marca Chevrolet y el principal problema era el propio nombre del coche, “Nova”.

El Nova tenía características que lo hacían atractivo: diseño contemporáneo, amplitud y un bajo coste. Sin embargo, las decisiones de reducción de costes de General Motors comprometieron seriamente su imagen. Aunque el modelo básico era económico, adecuado para familias con un presupuesto ajustado, ofrecía pocas opciones y el interior estaba revestido de un endeble plástico negro. El coche también sufría un elevado consumo de aceite y un peculiar problema de óxido que afectaba principalmente a la parte trasera, dejando intacta la delantera. Los usuarios informaron de frecuentes averías en la caja de cambios y algunos modelos mostraban signos de corrosión en el chasis. Aunque su respuesta a los mandos no era excelente, el Nova mantuvo un comportamiento aceptable en las curvas hasta que fallaron los bujes de la suspensión.

El Chevrolet Nova se introdujo en el mercado automovilístico estadounidense en 1962 y tuvo bastante éxito. En la década de 1970, General Motors intentó ampliar su distribución a otros mercados, incluidos los países hispanohablantes como España y algunos países latinoamericanos, subestimando los aspectos lingüísticos del mercado objetivo. “Nova” en español podría interpretarse como “no va”, que literalmente significa “no anda” o “no funciona”, por lo que el nombre del coche parecía comunicar el mensaje opuesto a lo que un comprador potencial querría oír antes de comprar un coche. El mito de que el Chevrolet Nova no se vendió bien debido a su traducción al español ha sido desmentido por algunas fuentes. De hecho, el nombre ciertamente no ayudó al éxito comercial de un coche que ya partía con un equipamiento y unas características menos que estelares, llevando al Chevrolet Nova a unas ventas modestas en los mercados de habla hispana.

Está claro que la responsabilidad del fracaso comercial no recae únicamente en los problemas asociados a las asociaciones de nombres en español, pero el caso es ejemplar de cómo subestimar las implicaciones culturales y lingüísticas en un proceso de internacionalización de las ventas puede impedir y sabotear el éxito comercial.